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El filósofo kantiano es un peculiar cliente de burdel: paga por la cosa, pero se abstiene de tocar. Si
la mayor parte de los filósofos se mantuvo en la soltería fue por
testimoniar que el fin último de la humanidad no es reproducirse. No
somos perros ni paramecios; no somos conejos. La filosofía es la
constatación de que existe una manera no sexual de perpetuarse; las
herencias filosóficas ignoran los genes. Ahora toca describir los
extraordinarios medios por los que se reproducen los filósofos. No
penetran, se retiran, y esta retirada tiene un nombre: melancolía. Surge
así un cuerpo colectivo que desafía al tiempo. Pertenecientes a
semejante linaje, los filósofos se reproducen entre ellos sin sexo, por
complicados medios denominados, filiación, agregación o amistad.
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